Microrrelatos (II): Últimos pensamientos

Quiso el verdugo rascarse la nariz, pero ante tal multitud no correspondía. El vocero entraba en la última frase de la perorata condenatoria y a él le picaba mucho la nariz.

-¡…a morir en la guillotina! –gritó el vocero, y el verdugo se dispuso a accionar el resorte que soltaría la guillotina. Se dirigió hacia el artilugio ejecutor, respiró profundo y le sobrevino un súbito y gigantesco estornudo. Bajo el patíbulo, la plaza era una carcajada descomunal.

Postrado bajo la guillotina, mirando al suelo, Luis XVI quedó confundido. Pensó que quizás había pasado algo insólito, que tal vez un milagro iba a retrasar su muerte, que cayó su cabeza desmembrada al saco.

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